lunes, 4 de mayo de 2009

El dolor de ya no ser (*)

Por Diego J. Kenis

Un paredón señalaba que hasta allí debía llegar el pueblo. Más, no. La empresa no se responsabilizaba por lo que ocurriera en las vías. Pero ahora la pared ha sido retirada. Es que se prepara en Saavedra la Primera Fiesta del Ferroviario, aunque en rigor de verdad, se alude a un pasado que fue mejor, pero allá lejos y hace tiempo. Solamente cuatro o cinco ferroviarios activos guarda este pueblo del sudoeste bonaerense. Alguna vez supieron ser cientos.

Cuando a principios de los noventa Menem anunció, en medio de la vorágine privatista, que los ferrocarriles pasaban, también, a grupos empresarios, poca gente protestó, poca gente supo comprender en el momento lo que vendría después. El cuento del “da pérdida”, y todos contentos. Olímpica lavada de manos del Sindicato y de los pueblos que vivían de esos ramales, acaso porque las promesas de la “yevolución productiva” y el “salariazo” todavía daban vueltas en algunas cabezas que viven de ilusiones.

Cuentan que al Petiso Orejudo, famoso criminal psicópata, se lo atrapó el día que fue a ofrecerle sus honores a un finado en un velorio. Velorio que él había tenido la precaución de generar, siendo el homicida. Algo parecido se nos ocurre cuando oímos que un pueblo que tuvo cientos de empleados ferroviarios hace una Fiesta del Ferroviario, cuando ya casi ni conoce ése oficio. Al fin y al cabo, ¿Para quién demonios se hace el agasajo?

La responsabilidad del pueblo es insoslayable en los momentos del tirón de orejas a los gobernantes. Nadie puede decir que una sola localidad no puede cambiar el curso de la historia. Existe el efecto contagio. Pero además, está la dignidad. Pudimos perder los ferrocarriles, pero no debemos perder también la dignidad. Ningún gobierno, por más liberal que sea, nos privatizará también el alma.

Carlos Saúl Menem pasó una noche por Saavedra. Vaya ironía del destino, también en tren. Estaba en plena campaña para su reelección. Era el año ´95, lo que indica que el descalabro de los ferrocarriles era ya evidente. Y sin embargo, él, Carlitos, fue recibido como si se tratara de otro, de un Chaplin, o un Gardel. No hubo tomates pasados ni abucheos. Todo lo contrario.

Hoy desembarcan en Saavedra vagones supuestamente “culturales”, que llevan el logo de la Provincia de Buenos Aires. Provincia que gobierna Felipe, funcionario del Gobierno del riojano. Gobierno que destruyó para siempre los ferrocarriles argentinos, con la complicidad de los sindicalistas de turno, de los bufones partidarios que hoy se cambian de bando y de la mayoría de los obreros, que por treinta monedas (de indemnización) vendieron el Alma.

Los crímenes sociales también son crímenes. Y, como en el caso del Petiso Orejudo, puede que la próxima generación, verdadero Juez en esta causa, nos encuentre con las pruebas en la mano. Pruebas que nos llevarán, en masa, a todos, a la peor de las cárceles: los libros de Historia. Un NO al Olvido vendría más que bien.

(*) El presente artículo fue redactado el 7 de setiembre del año 2006, reproducido por correo electrónico y publicado en un blog del autor. Acaba de ser citado en la página de internet de la radio Frecuencia Zero, el 25 de mayo de 2009.

De preguntas obvias y falacias (*)

Sabemos lo que son. Pero igual no hay que confiarse. Es preferible recordar las historias, y reflejar las contradicciones de los cobardes con las pruebas en la mano.

Por Diego J. Kenis

Rodolfo Walsh fue, a la par de uno de los mejores autores de cuentos policiales (su "Variaciones en rojo" la valió el Premio Municipal, de manos de Borges y Bioy, entre otros), quizá el escritor más comprometido de su generación. Sus participaciones en el Semanario de la CGT de los Argentinos marcan una época. Su "Operación Masacre" es un testigo ineludible de horas que para todos fueron confusas (me refiero a los primeros pasos de la Revolución Libertadora; tanto él, como Sabato, Borges, y el mismo Ernesto Guevara adhirieron en un principio a ella, quitándole luego el apoyo, en forma proporcional a los atropellos cometidos por Aramburu y Cía.). Su "Quién mató a Rosendo" desentraña los tejes y manejes, la habitual "transa", todavía hoy tan en boga entre nosotros. No dio un paso sin investigar minuciosamente la realidad, como su Daniel Hernández, periodista e investigador, especie de anti Watson, que resolvía lo que el Comisario no. Lo importante de señalar esto radica en que se pueden discutir muchas cosas - él mismo discrepó públicamente con la cúpula de Montoneros- pero, equivocado o no (démosles el beneficio de la duda a estos dráculas) defendió hasta el final sus ideas y sus compromisos contraídos.

Y sin embargo...

Reproduzco aquí el artículo de Editorial de La Nueva Provincia del 30 de Octubre de 2.005

Venganza


Rodolfo Walsh, a quien sus ex camaradas presentan, póstumamente, como un escritor sólo interesado en hacer justicia, era en 1976 jefe de la sección prensa y propaganda de la organización terrorista Montoneros. En el curso de la guerra entre las facciones subversivas marxistas y las Fuerzas Armadas de la Nación, fue emboscado y ultimado --cuando quiso resistirse-- por un grupo de tareas antiterroristas de la Escuela de Mecánica de la Armada, cuyos integrantes van a ser enjuiciados, próximamente, por secuestro y asesinato.
Claro que no se trató de un acto criminal perpetrado a expensas de un pacífico intelectual incapaz de matar una mosca, sino de una acción de guerra contra un hombre que creía en la lucha armada y en la necesidad de implantar en la Argentina el socialismo a sangre y fuego.
Rodolfo Walsh, Francisco Urondo y Juan Gelman --que hoy llora a su hija y reclama justicia, cuando hace 30 años formaba parte de los victimarios que asesinaban a mansalva-- fueron todos escritores comprometidos con la violencia.
Que ahora muchos de sus defensores, pertenecientes entonces al ERP y a Montoneros, se hagan los distraídos, no puede llamar la atención de nadie. Que algunos jueces confundan justicia con venganza es sorprendente, aunque ¿qué se puede esperar de ellos? Que los inefables Godoy y Bendini --almirante, el primero, y teniente general, el segundo-- no digan esta boca es mía, es vergonzoso, pero, después de todo, era previsible su silencio.

Walsh no era más que un delincuente, que fue abatido al resistirse a la autoridad. Anótese.

Rarezas

Es por demás extraño que este artículo sin firma se contradiga con otro, también sin firma, aparecido el domingo último (3 de Setiembre de 2.006), que dice

Mentiras

El presidente Kirchner parece, por momentos, un mentiroso compulsivo. Sobre todo, cuando trata, en sus discursos públicos, de reconstruir la historia del país y su historia personal en consonancia con las ideas que defiende hoy, pero a las cuales nunca prestó atención durante los años en que desempeñó distintas funciones públicas en Santa Cruz.
El joven Kirchner no necesitaba amigos militares que le diesen un pasaporte para salir del país en 1976, porque nadie lo perseguía. Mientras otros --más valientes y más dignos que él, cualesquiera fueran sus errores-- marcharon a la guerra, Kirchner se instaló en su provincia natal y se convirtió, según la expresión justa de Jorge Asís, en un "militante inmobiliario".
Por una elemental razón de respeto a los caídos del bando que hoy dice defender --el de las organizaciones subversivas-- deje de mentir, señor presidente.

Es realmente por demás extraña esta contradicción. Por un lado, se fustiga a hombres como Rodolfo Walsh; por otro, se los pone como mártires, “aunque tuvieran ideas equivocadas”. Daría la sensación de que cualquier cosa sirve para atacar al rival de turno.

Creo que no hace falta hablar mucho más. Las contradicciones han hecho todo el trabajo.

Tristezas

No falta quien, en discurso de escuela primaria, afirme que el periodismo debe ser objetivo e imparcial. Cómo expresar claramente tan craso error. El periodismo debe tratar de ser objetivo. Freud ya hablaba de profesiones imposibles. Un periodismo enteramente objetivo es imposible. Pero, como todas las actividades humanas, es deber buscar igualmente el máximo nivel posible de acercamiento a la realidad.

Pero esto se contradice de forma tajante con lo segundo, ser “imparcial”. No se puede ser imparcial si se es objetivo. Vale decir: si se analiza la realidad, identificándose los bandos enfrentados, no se puede ser imparcial, sino que se deben señalar los aspectos positivos y negativos de cada bando. Y en el caso de que veamos de forma clara que a uno de los bandos asiste la razón y a otro no, no se puede sostener la mentir de "imparcial", convirtiendo al periodismo en un mero testimoniar, en una mera cita o publicación, en una trascripción de declaraciones.

Se pueden discutir las visiones de Rodolfo Walsh. Nadie niega el debate. Pero lo triste es que mientras él, equivocado o no (volvamos a darles el beneficio de la duda), se comprometía con la verdad que descubría, otros, a sabiendas de estar del lado equivocado, lo defendían con un hipocresía sin límites, porque esto se correspondía con sus intereses y convenía a sus especulaciones. En torno a esto, uno no puede, o no necesita, más que remitirse a las pruebas, que esos mismos sectores nos dan, y, aunque provoque tristeza, debemos darnos cuenta a quién recibimos cada mañana de la mano de nuestro quiosquero amigo.

Epílogo

Cuántas cuestiones. El diario del sur argentino hace una apología de los crímenes de Estado. Primera pregunta obvia: suponiendo que Walsh y Cía. fueran delincuentes, ¿el Estado debe ponerse a su altura? ¿Es justificable que el Estado cometa crímenes contra sus propios ciudadanos?

Llegamos a un punto central: la separación del Estado y sociedad civil. Cuando un Estado tiene que reprimir no a grupos minoritarios, sino lisa y llanamente al pueblo, cuando un Estado tiene que cerrar Universidades, cuando debe exterminar a sus intelectuales, cuando debe censurar a los principales representantes de las distintas facciones del pensamiento político nacional, es porque no se encuentra legitimado y lo sabe. Una pregunta, que se sepa, nunca llevó a la muerte a nadie, pero sí llevó a la desesperación a quienes no tenían respuestas. El gobierno que se inició el 24 de marzo de 1.976 debió usurpar el poder porque no tenía otra forma de lograrlo. Y ese Gobierno, llevó a su máxima expresión una de las formas de entender el Estado: podemos citar, entre otros, el Estado de Derecho, el Estado Socialista, el Estado Benefactor, y la gran creación latinoamericana, de la que hablaba, el Estado Delincuente. ¿Qué otra definición cabe a un Estado que tortura, mata, roba, viola, censura, prohíbe?

Sigamos. Segunda pregunta obvia: gente de La Nueva Provincia, ¿No es un poco contradictorio hablar de un grupo “antiterrorista” que “ultimó”, que acribilló a balazos a alguien que se “resistió”? ¿Qué entenderá esta gente por “terrorismo”?

Este matutino, que se muestra en un todo de acuerdo con el Ing. Blumberg, escribe en este artículo palabras que borra con el codo, en cuanto los protagonistas pasan a ser otros. Así, se juzga que muchos “confunden justicia con venganza”, y que Juan Gelman no puede “llorar a su hija”. Pero a la hora de apoyar el pedido del padre de Axel de mayor mano dura, ya no piensan lo mismo y, ahora, son ellos quienes “confunde justicia con venganza”. Entonces, tercera pregunta obvia: ¿cuál es la disyuntiva principal de la confusión “venganza-justicia”? ¿Acaso el fin que se persiga? Un breve análisis de los proyectos y sus devenires nos indicaría que no. ¿O tal vez sea que el poder de la maravillosa cualidad de tener razón? Parece que según sea la cara del muerto, o la clase a la que pertenezca, su muerte es más o menos pecado, más o menos castigable, más o menos repudiable. Si es Axel asesinado por un grupo de excluidos de la sociedad, sí. Si es Walsh, asesinado por las Fuerzas Armadas, no.

El texto es una maravilla, pues cuanto más uno lo lee, más falacias y contradicciones le encuentra. Cuarta pregunta obvia: la Escuela de Mecánica de la Armada, ¿es una institución que busca formar en aspectos técnicos referidos a la Marina, o debe cumplir una función “antiterrorista”? Esto nos remite a una gravísima falencia de esos gobiernos sucedidos entre 1.976 y 1.983: la falta de respeto por los lugares que corresponde a cada quién. Quinta pregunta obvia: ¿el poder militar debe enfrentarse al pueblo o subordinarse a él? Y otra, quizá la sexta pregunta obvia: ¿es en la esfera de lo militar que se tienen las mejores respuestas para llevar a cabo o proyecto a nivel país?

Dos o tres preguntas obvias más en una: ¿Qué se supone que deben responder Bendini y Godoy? Y, ¿A qué viene esto de citar en el segundo artículo a Jorge Asís? ¿Será que durante el gobierno que el integró sí se cumplían las expectativas de estos opinólogos, de castigar al que no tiene el poder y dejar al que sí lo tiene libre de culpa y cargo, en nombre del “perdón” y enunciando el principio de no confusión de “justicia con venganza”?

Así es la división equitativa que se da en la Argentina: para unos, el capital y el perdón; para otros, la desesperación y el castigo; y para varios otros, leer editoriales como los de este diario, y actuar como si fueran ciertos o, lo que también es hipócrita, como si no existieran.

(*) Este artículo fue terminado el 6 de setiembre de 2006. Circuló a través de una cadena de correos electrónicos y fue publicado posteriormente en un blog del autor.