Por Diego J. Kenis
Un paredón señalaba que hasta allí debía llegar el pueblo. Más, no. La empresa no se responsabilizaba por lo que ocurriera en las vías. Pero ahora la pared ha sido retirada. Es que se prepara en Saavedra
Cuando a principios de los noventa Menem anunció, en medio de la vorágine privatista, que los ferrocarriles pasaban, también, a grupos empresarios, poca gente protestó, poca gente supo comprender en el momento lo que vendría después. El cuento del “da pérdida”, y todos contentos. Olímpica lavada de manos del Sindicato y de los pueblos que vivían de esos ramales, acaso porque las promesas de la “yevolución productiva” y el “salariazo” todavía daban vueltas en algunas cabezas que viven de ilusiones.
Cuentan que al Petiso Orejudo, famoso criminal psicópata, se lo atrapó el día que fue a ofrecerle sus honores a un finado en un velorio. Velorio que él había tenido la precaución de generar, siendo el homicida. Algo parecido se nos ocurre cuando oímos que un pueblo que tuvo cientos de empleados ferroviarios hace una Fiesta del Ferroviario, cuando ya casi ni conoce ése oficio. Al fin y al cabo, ¿Para quién demonios se hace el agasajo?
La responsabilidad del pueblo es insoslayable en los momentos del tirón de orejas a los gobernantes. Nadie puede decir que una sola localidad no puede cambiar el curso de la historia. Existe el efecto contagio. Pero además, está la dignidad. Pudimos perder los ferrocarriles, pero no debemos perder también la dignidad. Ningún gobierno, por más liberal que sea, nos privatizará también el alma.
Carlos Saúl Menem pasó una noche por Saavedra. Vaya ironía del destino, también en tren. Estaba en plena campaña para su reelección. Era el año ´95, lo que indica que el descalabro de los ferrocarriles era ya evidente. Y sin embargo, él, Carlitos, fue recibido como si se tratara de otro, de un Chaplin, o un Gardel. No hubo tomates pasados ni abucheos. Todo lo contrario.
Hoy desembarcan en Saavedra vagones supuestamente “culturales”, que llevan el logo de
Los crímenes sociales también son crímenes. Y, como en el caso del Petiso Orejudo, puede que la próxima generación, verdadero Juez en esta causa, nos encuentre con las pruebas en la mano. Pruebas que nos llevarán, en masa, a todos, a la peor de las cárceles: los libros de Historia. Un NO al Olvido vendría más que bien.
(*) El presente artículo fue redactado el 7 de setiembre del año 2006, reproducido por correo electrónico y publicado en un blog del autor. Acaba de ser citado en la página de internet de la radio Frecuencia Zero, el 25 de mayo de 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario